La ansiedad es una emoción normal que cumple una función adaptativa en muchas situaciones y todos en un momento puntual podemos sentirla. Es normal que tengamos miedo cuando se avecina un peligro real y de hecho nuestro organismo está preparado para aprender a sentir miedo y ansiedad en determinadas circunstancias, es una forma de prevenir un peligro o amenaza.

Pero a diferencia de la ansiedad relativamente leve y transitoria causada por un evento estresante, los trastornos de ansiedad duran por lo menos seis meses, interfieren en la vida de los que los padecen y afectan a sus relaciones laborales, académicas o sociales y pueden empeorar si no se los trata. Los trastornos de ansiedad suelen asociarse a otras enfermedades mentales o físicas, incluyendo abuso de alcohol u otros tóxicos, que pueden enmascarar los síntomas de la ansiedad o empeorarlos. En algunos casos es necesario tratar antes estas enfermedades para que el paciente pueda mejorar con el tratamiento para el trastorno de ansiedad.

Existen tratamientos eficaces para los trastornos de ansiedad y éstos pueden ayudar a la mayoría de las personas que los padecen a mejorar su calidad de vida.

Si usted cree que padece de un trastorno de ansiedad, le aconsejamos que busque información y tratamiento inmediatamente.

Cada trastorno de ansiedad tiene diferentes síntomas, pero todos los síntomas se agrupan alrededor de un temor o miedo irracional y excesivo.

Trastorno de angustia

Se caracteriza por la aparición de crisis de angustias recidivantes e inesperadas y preocupación persistente por la posibilidad de padecer nuevas crisis.

Las crisis de angustia son la aparición aislada y temporal de miedo y malestar intensos, de inicio brusco, y acompañado de algunos síntomas como palpitaciones, sudoración o temblores. Durante estas crisis, las personas con trastorno de angustia pueden acalorarse o sentir frío, sentir un hormigueo en las manos o sentirlas adormecidas y experimentar náuseas, opresión en el pecho o sensación de ahogo. Las crisis de angustia con frecuencia producen una sensación de irrealidad, sensación de muerte inminente, o miedo a perder el control o volverse loco.

Los pacientes no pueden predecir cuándo o dónde ocurrirá una crisis, y entre los episodios, muchas personas se preocupan intensamente y se aterrorizan pensando en el próximo ataque.

Las crisis de angustia pueden ocurrir en cualquier momento, incluso durante el sueño. Generalmente, una crisis alcanza su máxima intensidad durante los primeros diez minutos, pero algunos síntomas pueden durar mucho más tiempo.

El trastorno de angustia es dos veces más frecuente en mujeres que en hombres. Las crisis de angustia habitualmente comienzan a finales de la adolescencia o al comienzo de la edad adulta, pero no todos los que padecen crisis de angustia desarrollarán el trastorno de angustia. Muchas personas sólo tienen una crisis y nunca vuelven a tener otra.

Las personas que presentan crisis de angustia repetidas y en su máxima expresión, pueden llegar a quedar muy discapacitadas, y deben buscar tratamiento antes de que comiencen a evitar lugares o situaciones en las cuales han padecido crisis. Por ejemplo, si una crisis ocurrió en un ascensor, alguien que sufre de trastorno de angustia puede desarrollar miedo a los ascensores, lo cual puede afectar a sus decisiones laborales o de vivienda y limitar los lugares donde dicha persona puede buscar asistencia médica o diversión.

Las vidas de algunas personas se restringen tanto que terminan evitando actividades normales, como por ejemplo ir de compras o conducir. Aproximadamente un tercio de estas personas se limitan a vivir en sus casas o sólo pueden enfrentar una situación temida si están acompañadas por su cónyuge o una persona de confianza. Cuando el trastorno llega hasta este punto, se llama agorafobia.

Un tratamiento temprano puede prevenir la agorafobia, pero las personas que padecen del trastorno de angustia van en ocasiones de un médico a otro durante años, o van a servicios de urgencias repetidamente, antes de que se diagnostique correctamente su enfermedad. Sin embargo, el trastorno de angustia es uno de los trastornos de ansiedad que mejor responde al tratamiento y en la mayoría de casos responde a ciertos tipos de medicación o a ciertos tipos de psicoterapia.

Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)

Las personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) tienen pensamientos, impulsos o imágenes persistentes, intrusas y perturbadoras (obsesiones) y usan comportamientos o actos mentales (compulsiones) para aliviar la ansiedad o el malestar producido por estos pensamientos. La mayoría de las veces, las compulsiones terminan controlando a estas personas.

Las obsesiones más frecuentes son sobre temas como la contaminación, suciedad, dudas repetitivas, necesidad de colocar las cosas según un orden determinado, impulsos de carácter agresivo y fantasías sexuales. Por ejemplo, si las personas están obsesionadas con los gérmenes o la suciedad, pueden desarrollar una compulsión a

lavarse las manos una y otra vez. Si desarrollan una obsesión con respecto a los ladrones, pueden comprobar las puertas muchas veces antes de irse a dormir. En el mejor de los casos, produce un alivio temporal de la ansiedad generada por los pensamientos obsesivos.

Otras compulsiones frecuentes son la necesidad de revisar cosas repetidamente, tocar objetos (en especial en una secuencia particular), o contar cosas. Algunas otras obsesiones incluyen el tener pensamientos de violencia y de hacer daño a los seres queridos, el pensar persistentemente acerca de realizar actos sexuales desagradables para la persona, o el tener pensamientos prohibidos por sus creencias religiosas. Las personas con TOC también pueden preocuparse por el orden y la simetría, tener dificultad para tirar cosas, o guardar artículos innecesarios.

Las personas sanas también tienen compulsiones, como revisar varias veces si el gas está apagado antes de salir de la casa. La diferencia radica en que las personas con TOC realizan sus compulsiones a pesar de que el hacerlo interfiere con su vida diaria, y de que la repetición les resulta agobiante. Aunque la mayoría de los adultos con TOC reconocen que lo que están haciendo no tiene sentido, es posible que algunos adultos y la mayoría de niños no sean conscientes de que su comportamiento está fuera de lo común.

Este trastorno afecta por igual a hombres y mujeres y suele aparecer durante la infancia, adolescencia, o a comienzos de la edad adulta. Una tercera parte de los adultos con TOC han desarrollado los síntomas desde la infancia.

La evolución de la enfermedad varía bastante. Los síntomas pueden aparecer y desaparecer, disminuir con el tiempo, o empeorar. Si el TOC llega a ser severo, éste puede incapacitar a la persona para trabajar o hacer una vida normal.

Generalmente, el TOC responde bien al tratamiento con algunos tratamientos farmacológicos y/o a la psicoterapia basada en la exposición, en la cual la persona enfrenta situaciones que le causan miedo o ansiedad y se vuelve menos sensible a éstas.

Trastorno por estrés postraumático

El trastorno de estrés postraumático (TEPT) se desarrolla después de la exposición a un acontecimiento extremadamente traumático que implica una amenaza para la vida o la integridad física. La persona que desarrolla el TEPT puede ser la que sufrió el suceso traumático, pero también si le sucedió a una persona querida o si fue testigo de un evento traumático que le sucedió a sus seres queridos o a desconocidos.

Si usted padece o cree padecer un TEPT, consulte nuestra página sobre éste trastorno, ya que somos especialistas en el tratamiento del trauma.

Fobia social

La fobia social, también llamada trastorno de ansiedad social, se diagnostica cuando la persona se siente abrumadoramente ansiosa y excesivamente consciente de sí misma en situaciones sociales de la vida cotidiana. Las personas con fobia social tienen un miedo intenso, persistente y crónico de ser observadas y juzgadas por los demás y de hacer cosas que les producirán vergüenza. Se pueden sentir preocupadas durante días o semanas antes de enfrentarse a una situación que les produce temor. Este miedo puede llegar a ser tan intenso, que interfiere con su trabajo, estudios, y demás actividades habituales, y puede condicionar el hacer nuevas amistades o mantenerlas.

Aunque las personas con fobia social son conscientes de que su miedo a estar con la gente es excesivo o irracional, son incapaces de superarlo. Incluso en el caso de que logren enfrentar sus temores y rodearse de otras personas, con frecuencia se sienten muy ansiosas de antemano, se sienten muy incómodas durante el encuentro, y se preocupan durante horas después de la situación pensando en cómo se comportaron y cómo fueron juzgadas por los demás.

La fobia social se puede limitar a una sola situación (preguntar algo a la gente, comer o beber en público, o escribir en una pizarra delante de otros), o puede ser tan amplia (como en el caso de una fobia social generalizada) que la persona puede experimentar ansiedad en presencia de prácticamente cualquier persona que no sea de su familia.

Los síntomas físicos que acompañan con frecuencia a la fobia social incluyen enrojecimiento, sudoración, temblor, náuseas, y dificultad para hablar. Cuando se producen estos síntomas, las personas con fobia social piensan que todas las personas los están mirando.

Las mujeres y los hombres tienen las mismas probabilidades de desarrollar el trastorno y suele iniciarse en la infancia o al inicio de la adolescencia. Normalmente, la fobia social se asocia a otros trastornos de ansiedad o depresión y se puede complicar con abuso de alcohol u otras sustancias si las personas tratan de automedicarse para aliviar su ansiedad.

La fobia social puede ser tratada con éxito con ciertos tipos de psicoterapia o medicación.

Fobia específica

Una fobia específica es un miedo intenso e irracional desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o

situación específicos. Algunas de las fobias específicas más comunes son el miedo a las alturas, escaleras mecánicas, túneles, conducir por carretera, espacios cerrados, agua, volar, perros, arañas, y visión de sangre. Aunque los adultos con fobias son conscientes de que tales temores son irracionales, con frecuencia encuentran que el enfrentar, o incluso el pensar en tener que enfrentar el objeto o la situación que produce el temor, produce una crisis de angustia o una ansiedad intensa.

Las fobias son dos veces más frecuentes en las mujeres que en los hombres. Suelen aparecer durante la infancia o adolescencia y tienden a persistir durante la edad adulta.

Si la situación u objeto que causa el temor es fácil de evitar, las personas con fobias específicas quizá no busquen ayuda; pero si el evitarlo interfiere con su desarrollo profesional o sus vidas personales, esto puede inhabilitar a las personas y es necesario buscar tratamiento.

Las fobias específicas responden muy bien a la psicoterapia.

Trastorno de ansiedad generalizada (TAG)

Las personas con trastorno de ansiedad generalizada (TAG) pasan el día llenas de preocupaciones y tensiones exageradas, incluso cuando hay poco o nada que las provoque. El TAG se diagnostica cuando una persona se preocupa excesivamente acerca de diversos problemas de la vida diaria durante por lo menos seis meses. Las personas con TAG parecen incapaces de liberarse de sus preocupaciones, a pesar de que usualmente son conscientes de que su ansiedad es más intensa de lo que merece la situación. No se pueden relajar, se asustan con facilidad, y tienen dificultades para concentrarse. Con frecuencia, tienen problemas para dormir o mantenerse dormidas.

Al individuo le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación. La ansiedad y preocupación se asocian a algunos síntomas como inquietud o impaciencia, fatiga, dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco, irritabilidad, tensión muscular, alteraciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño, o sensación al despertarse de sueño no reparador).

El TAG afecta al doble de mujeres que de hombres. El trastorno se desarrolla gradualmente y puede comenzar en cualquier momento de la vida, aunque la edad de mayor riesgo es entre la infancia y la mediana edad.

El TAG se suele asociar a otros trastornos de ansiedad, depresión, o abuso de sustancias.

El TAG se trata con medicación o con terapia cognitivo-conductual.